sábado, 31 de diciembre de 2011

Doce palabras

Enero. Frío
Febrero. Algunas sonrisas
Marzo. Viajes
Abril. Dolor
Mayo. Caídas
Junio. Risas
Julio. Felicidad
Agosto. Alguna decepción
Septiembre. Empecemos de nuevo
Octubre. Lloros
Noviembre. Ilusión
Diciembre. Melancolía

Parece muy fácil intentar definir cada mes en unas pocas palabras. Lo cierto es que solamente recuerdo esas palabras porque han sido las que más han ido dejando un rastro en mi corazón. Aunque eso no significa que sean las que quiero recordar.

martes, 27 de diciembre de 2011

Ahora me he dado cuenta de lo valioso que es el tiempo

Antes, hacía las cosas sin ni si quiera mirar un reloj, con la esperanza de que pudiera llegar a hacerlo antes de que las agujas pasasen una hora concreta. Y así era. Siempre conseguía hacer cualquier cosa en el período de tiempo que me imponía.
Pero ¿y ahora? Ahora siempre me dejo un margen de tiempo que sobre después de hacer cualquier cosa, por si surge algún imprevisto, pero lo extraño es que incluso ese margen me sabe a poco. Es más, ya ni existe ese margen. Por lo que no queda tiempo por si surge algo inesperado, ¡con todas las cosas inesperadas que últimamente pasan por mi vida! Entre ellas la tristeza.
En nuestra época, no hay tiempo para el duelo. El trabajo siempre ha puesto fecha a la aflicción. El tiempo es el que te marca cuándo y a qué intensidad debes estar triste, cuántas lágrimas debes llorar, que serán las justas para que no perturben tus asuntos profesionales. Lo peor es que lo que sí perturba es tu alma. Pero no pasa nada. Tú puedes. ¿Quién dijo que no se podía laborar con el alma partida?
Tú puedes,
o eso creías.
Porque ya ni puedes dedicarte tiempo a ti misma, y has pasado a ser un personaje secundario en tu propia vida.

Tiempo, ¡tiempo! Ven, por favor, te necesito. Necesito un respiro, necesito un suspiro, porque no puedo respirar.

lunes, 26 de diciembre de 2011

viernes, 16 de diciembre de 2011

Mi vida ha sido vértigo

"Hace tiempo que desnudo lunas llenas.
Hace tiempo que mi piel es de pantera.
Y ando en esta encrucijada, devorando madrugadas traicioneras.
Hace tiempo que te fuiste y no me hablas, pero eso no significa que en mí ya no quede nada.
Cada noche me desvelan las caricias que al rozarse con mi piel están vacías. Y de nuevo en la estacada desmaquillaré mi cara de tristeza.
Hoy siento frío y vértigo. Pero no quiero detener el tiempo, quiero ver quién soy.
He luchado tantas veces contra fieras que sentía que mi vida era una guerra.
Pero hoy gano la batalla, por mis lágrimas calladas. Porque, aunque el mundo se pare, yo siempre seguiré mi dirección, golpe a golpe, mientras mantega el equilibrio".
"Y si lloro tu partida, aterrándome el pasado, yo no me lo he buscado. Y no es por no saber perder.
Aunque creo que ya me has olvidado, que ya no me quieres ver".

jueves, 8 de diciembre de 2011

Falta de tiempo para la tristeza en nuestra época

Hoy en día vivimos como locos. Corremos, gritamos, saltamos, esquivamos, nos desesperamos... y la mayoría de las veces sin ni si quiera tener constancia de lo que estamos haciendo en ese momento. Esta época, este mundo, se ha convertido en un continuo movimiento del que no podemos salir. Cuando no estamos haciendo una cosa, estamos haciendo otra, y, en la mayoría de los casos, nos olvidamos de lo que realmente importa: ser feliz.
Cuando no tienes tiempo ni para respirar, tampoco lo tienes para llorar. No puedes permitirte el "lujo" de estar triste. Y esto a simple vista, y  muy de lejos, parece ser bueno, porque ¡no lloras! Lo cual ya es un logro más en esta sociedad actual. Pero eso destroza tu interior aún más, porque durante ese tiempo debes mantener tu cabeza bien alto, apartando de tu mente cualquier pensamiento negativo para que no perturbe tus asuntos profesionales. El problema es que lo que sí perturba es tu alma, porque al no poder expresar tus sentimientos de desánimo, al no tener tiempo para hacerlo -y probablemente eso aumente más tu tristeza-, llega un momento en el que toda esa tristeza tiene que fluir de algún sitio, y normalmente fluirá en forma de lágrimas, acompañadas de un dolor muy agudo en lo más profundo de tu corazón. Y lo peor es que no son dos o tres lágrimas, sino que son todas las que has estado acumulando durante todo este tiempo, tantas que hasta podrías llenar un pequeño bote de cristal, y ponerlo en aquella estantería vieja junto con los otros. Y eso no puede ser bueno.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Una vida plena, ¿una cama vacía? Diario de una mujer de hoy

"Vivimos en una época sin tiempo para el duelo. Hoy aquí todo está cronometrado: que se te muere la madre, permiso de tres días en el trabajo; que es un pariente lejano, uno para el entierro; que es el pobre gatito, se admite una tardanza. Esto, para los que tienen empleos estables. Los otros, los trabajadores sin trabajo, los autónomos, los de por horas, o los de a destajo, no tenemos derecho ni al corto duelo del gallo.
 ¿Quién dijo que no se podía laborar con el alma partida?. La burocracia siempre ha puesto fecha a la aflicción. Hoy, el propio ritmo de esta sociedad, endiabladamente veloz y mercantilista, impone un tiempo récord para quitarse las penas. Y no hay tiempo para el dolor porque para pisar por los senderos de esta sociedad sin que se te abra el suelo y te hundas, hay que lucir alegre, energético, agresivo, guapo, simpático y perfumado. Y cuando te preguntan cómo estás, has de responder que muy bien con convicción y firmeza. Dicho con otras palabras: que en esta sociedad tan avanzada en la que vivimos o estás bien erecto o utilizan tu cabeza de perchero. Ley del mercado".